Dulces aromas

Mios tíos abuelos (maternos) Carmen y José, ambos hermanos, eran propietarios de una confitería en la calle Rosario de San Fernando (Cádiz) de nombre La Campana. Todavía existe, pero reformada con los tiempos y con otro dueño. Estaba ubicada en un edificio de dos plantas ocupado en la baja por el establecimiento en sí, de labrados estantes de madera blanca y un pulcro mostrador de marmol con vitrinas de cristal, que completaban un reloj de pared y una pequeña fuente de grifería de bronce. Quien seguro que lo recuerda mejor que yo es el escritor Enrique Montiel, que vivía con su familia en la casa colindante y que se crió entre aromas de coco y vainilla, azúcar quemado y tostados de piñones y almendras, que eran los que despedía desde muy temprana hora el obrador, instalado en la trastienda del despacho de dulces. En el piso superior se encontraba la vivienda, de la que recuerdo una impresionante cómoda de caoba y tapa de marmol blanco en cuyos cajones dormían mantones de Manila delicadamente plegados, fina lencería de cama y manteles de lino almidonados. Sobre aquella cómoda había una enorme caracola que Carmen me llevaba al oido para que yo experimentara la ilusión acústica de escuchar el mar. A aquella confitería acudía todos los años la familia en pleno con ocasión de la víspera de la Virgen del Carmen, día de su onomástica y primera noche de una velada en el Parque Almirante Laulhé con que San Fernando celebraba cada año las fiestas de su patrona.

Las manos artesanas de Carmen, a quien llamábamos familiarmente madrina, confeccionaban cada año centenares de unidades de nazarenos (o penitentes) de cartoncillo forrados de tela, acompañados todos ellos de una diminuta vela de cera, que durante la Cuaresma vendían al público rellenos en su interior de bombones de chocolate. Fue el primer producto que ví patentado porque, además de proveer a su propio establecimiento, los enviaba por pedidos a las principales confiterías de Cádiz y su provincia. En aquellas vísperas del Carmen campanaescuché con indiscreción de aquel maestro pastelero, nuestro padrino José, una historia, a media voz y dirigida a los mayores, que yo -muy niño entonces- no alcancé a interpretar hasta muy avanzada la adolescencia. Una medianoche, cuando ya estaban durmiendo, un piquete de Infantería de Marina aporreó insistentemente la puerta del establecimiento. Al percibir que se trataban de militares, bajó rapidamente con lo puesto para atenderles. Eran los primeros meses de represión franquista y los militares le pidieron media docena de dulces que había solicitado -como última voluntad- un marinero preso, otrora asiduo cliente de la confitería, al que le quedaban sólo horas para ser fusilado. Cada vez que recuerdo aquello me produce un tremendo escalofrío, pero historias como éstas -o como el rechazo de José a que el suboficial que mandaba el piquete le abonara el importe- no pueden permanecer en el tintero.

De mis horas en el obrador observando a José batir artesanalmente las claras, calcular el peso de harinas y azúcares, distribuir la fruta escarchada o hacer los cortes de bizcocho, me aficioné a todo lo que conforma este noble arte de la repostería, mostrando mi curiosidad ya de por vida por estos antiguos establecimientos de sabor, algunos verdaderas obras de arte en arquitectura de interiores. Desgraciadamente muchos ya han desaparecido, como la exquisita confitería La Perla, de Córdoba, cuyo mostrador fue recuperado por Jesús Quintero, El loco de la Colina, a finales de los ochenta para instalarlo en un café a la época, que inauguró en la calle Placentines, de Sevilla. De mi infancia en Cádiz guardo grato recuerdo de Viena y La Rosita, La Camelia, Orcha, Antigua de Brú y La Predilecta, que ya han pasado a la historia y que, en algunos casos, llegaron a disponer de salones de té. Sin embargo, todavía quedan reliquias en provincias que han luchado bravamente contra estos tiempos modernos e industrializados en que vivimos. Es el caso de La Campana (la de la fotografía), en Sevilla, Fantoba, en Zaragoza, López Mezquita, en Granada, La Española, en Tánger, la Dulcería de Celaya, en Ciudad de México, Sobrina de las Trejas, en Medina Sidonia, Bernal, en Tarifa, Villanueva, en Valencia, El Alcázar, en Segovia, Anglada, en Málaga, y otras más que no recuerdo. También las encontramos en las calles de Madrid, como la Antigua Pastelería del Pozo, El Riojano, Casa Mira o los Viena Capellanes, y en Barcelona, donde sus tradicionales hornos artesanos cohabitan con selectas pastelerías como Mauri, Farga y Escribá, entre otras. Sin embargo, en mi vueltas por España, apenas he encontrado un establecimiento ligeramente parecido a aquel despacho de dulces familiar de la calle Rosario, de San Fernando. Salvo uno, la confitería La Victoria, de Moguer (Huelva). Emplazada en el entorno juanramoniano, data del último tercio del XIX, aunque fue reformada en 1933. Este establecimiento -también familiar y regentado por los Sucesores de Acebedo-, de estantes de madera blanca y vitrinas de cristal, y aromas que guardo conmigo desde la infancia, elabora un dulce tradicional de mazapán con yema de huevo y raspadura de limón conocido popularmente por quesadilla. Por todo eso -y por otras cosas que van unidas a mis sentimientos- me pierdo entre sus paredes de vez en cuando.

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    34 opiniones en “Dulces aromas”

    1. QUE BELLEZA DE RELATO . QUE DULCE, EN TODA LA EXTENSION DE LA PALABRA. ES TAN REAL QUE SE ME HIZO AGUA LA BOCA . DE VERDAD QUE SUERTUDO DE TENER TODAS ESTAS VIVENCIAS. QUE ENVIDIA, YO NO TUVE LA SUETE DE TENER UNOS PADRINOS CON DULCERIA. GRACIAS POR COMPARTIR ESTA HISTORIA ME ENCANTO.

    2. Me encanta la nitidez de tus recuerdos y cómo combinas datos duros con tus sentimientos….

      Fue una dulce lectura, como dulces eran los del Convento de unas monjitas donde me llevaba mi madre de niña y cada vez que la visitaba en Lima…. Son dulces que mi madre llamaba “del convento”. Así. Porque “las monjitas” de un convento en el barrio de Miraflores los venden de manera personalizada. Esa es su marca. Saben un poco a marzipan pero mucho más suaves de textura y más sabrosos de sabor. Pequeñitos, del tamaño de un puño, y con forma de fresa, pera, manzanas, como frutillas..

      ¡Qué rico recuerdo! Sin la calidad de los tuyos plasmados en el texto que acabo de disfrutar pero con el mismo cariño entrañable de los sabores que no se olvidan nunca.

    3. ¡¡¡Que recuerdos después tu bellisimo relato¡¡¡. Todos los niños alguna vez hemos escuchado de casualidad, historias que nuestros mayores contaban a media voz, lo que en mi producía un sentimiento de curiosidad y zozobra.
      Mis mejores recuerdos también los relaciono con los aromas y sabores de la infancia, asociados a los veranos, a las tardes de cine y merienda, las navidades, con los abuelos y los primos. Gracias de nuevo Fernando, por obsequiar nos cada día, con tus historias.

    4. He saboreado y nunca mejor dicho cada linea de este articulo.
      No se como te lo haces pero parece que el olor del obrador —
      llega hasta el lector. Para el sabor, solo me quedará despla-
      zarme a Mauri.

    5. Al leer tu blog no he podido impedir que fuerran viniendo a mi mente los recuerdos de mis abuelos, así como tus “padrinos” mis abuelos regentaban una panadería, de pueblo, de mostrador de madera y vitrinas donde se exponía el pan, los dulces, atras las cestas donde el pan caliente emitiá ese olor que envolvía toda la estancia y del que nunca podré olvidar, yo pasaba mis veranos alli con ellos, nos juntabamos toda la familia desperdigada por la geografía española, en aquella casa, con aquel horno donde otro tiempo mi padre y mis tios hacían el pan. Ahora ya de aquello no queda nada, mis abuelos se fueron y su casa duerme en silencio medio derruida con el horno ya apagado, ya no hay olor solo una sensación de tristeza y añoranza por aquellos tiempos.

    6. FELICIDADES¡¡¡¡¡, No sé, sí por que es el último, este relato me parece sublime. Has conseguido transportarme a la infancia, a la granjita La Pallaresa en la c/ Petrixol de Barcelona, puedo oler la mezcla,que produce el chocolate caliente, la nata recién montada, la canela, el arroz con leche, la ensaimada, el café recién hecho, y eso me recuerda a mi papá, a mi madrina a mi abuela y a tantos que ya no están y a otros que si están y que por supuesto les voy a obsequiar con tu relato, para que sientan lo mismo que me has hecho sentir a mí nostalgia y mucha dulzura. ¡GRACIAS¡

    7. Puestos a recordar, viene a mi cabeza un pan de Cádiz que recibí hace tiempo de manos del autor/blogero. Delicioso, como el relato de hoy.

    8. Desde niña he apreciado el dulce olor de los pasteles, que mi madre nos prepara con todo su amor .
      No es pastelera, ni tiene una dulcería, pero su afición a la repostería hace que elabore unos exquisitos dulces típicos de mi pueblo.
      Magdalenas, perrunillas, tortas de chicharones, piñonate, prestines, que se conocen también como pestiños, flores, polvorones… un sin fin de dulces llenan las despensas de mi casa, que yo como golosa disfruto comiendo esos manjares.

    9. Aún recuerdo el dulzón olor a merengue, a pasteles confitados y a azúcar mezclada con claras de huevo que inundó mis sentidos la primera vez que visité, de la mano de mi padre en una confitería. Tenía cuatro años y fue en Moguer. Precisamente, en la confitería La Victoria, por cuyas impecables vitrinas blancas, como las fachadas que se tiñen de la luz del atardecer que nos enseñó a amar Juan Ramón en su ‘Platero y yo’, un libro que siempre he concebido desde las páginas amarillentas de un ejemplar que me legó mi difunto abuelo y que Fernando, me has traído a la memoria con tu anterior entrada en el blog sobre el insigne poeta moguereño.
      Pero volviendo a lo más dulce de la gastronomía, el imponente sabor decimonónico de la confitería La Victoria me cautivó ya desde pequeña y desde entonces no he dejado de ir… Sin caer en un localismo voraz, sólo he vuelto a sentir esa sensación en Madrid y a menor escala, en una pequeña pastelería frente a la Puerta del Sol, por unos momentos pensé que estaba en casa de nuevo, junto a los enormes hornazos que comía en Semana Santa, porque tal y como afirmas, las fiestas y tradiciones, junto a los recuerdos en sepia, pasan por las confiterías y las sensaciones marcan nuestra infancia.
      Por todas estas emociones que me vienen al recuerdo, no puedo menos que agradecerte, Fernando, la hermosura del relato y sobre todo, que rescates de nuestra nostalgia la belleza de lo vivido.

    10. Una precisión… En mi anterior comentario tengo dos errores…, visité de la mano de mi padre una confitería, no en una. Y después, en la siguiente frase,,, por cuyas vitrinas blancas me perdí. Perdón, pero al escribir he obviado el verbo

    11. Precioso lo que has escrito, como a casi todos los comentaristas, me han venido un montón de recuerdos de la infancia, con sus sabores, olores y tradiciones. Pero tu relato me provoca, no solo recuerdo y nostalgía, sino las ganas de organizar una merienda con todos mis amigos en una de las pocas granjitas (Viader) que quedan en Barcelona, y que entre otras, que ya no existen formaron parte de mi niñez.

    12. Qué delicioso y entrañable “paseo” por tus recuerdos gaditanos… .recuperando también los de mi infancia, uno de los sitios de visita obligada, cuándo iba a Barcelona, era acompañar a mi abuela a otro emblemático establecimiento, que ya tampoco existe y cómo tú dices, otra verdadera obra de arte en arquitectura de interiores, Casa Llibre i Serra. De allí eran famosas las Monas de Pascua de chocolate negro, los turrones, sobre todo el de yema tostada…pero para mí lo mejor, el “Pa de Pessic” ( pan de pellizco) una especie de bizcocho ligero que cómo su mismo nombre indica, jamás llegaba al desayuno! Aún siguen haciéndolo en otras pastelerias y cúando lo veo, aunque no puedo tomar dulce,no me resisto a pedirlo pero…ya no sabe igual! Lo que realmente me gustaba de verdad, era qué el Avia, mi abuela, lo comprara “especialmente” para mi…cómo dice Serrat, son “esas pequeñas cosas… ” Ella sí que era especial!

    13. Comparto el aprecio por algunos de los establecimientos que has señalado. Y digo algunos porque son los que conozco: La Campana (Sevilla) La Victoria (Moguer-Huelva) o La Española (Tánger)….De Madrid recuerdo algo de cuando vivía allí, pero no me atrevo a asegurar si he entrado en el Riojano.
      En cualquier caso, comparto la alegría por cada vez que se conserva o restaura con respeto un espacio único como el Café Placentines, delirio sofisticado y sencillo que tanto me impresionó hace casi 20 años cuando lo conocí.
      Tengo debilidad por los ambientes modernistas.
      Soy goloso, lo admito, aunque sobre todo de esos pasteles clásicos, de pueblo principalmente, sin mucha crema, aunque el cabello de ángel o las pastelas son irrechazables.
      Pero lo que más agradezco de tu artículo es la reivindicación de la memoria que contienen esos lugares, que me han traído también a la mía la del centenari comercio de telas que tenía mi abuelo en Cáceres. O esas Boticas deliciosas que aún quedan, al estilo ‘Crónica del Alba’ , y que en Francia e Italia también se conservan con especial exquisitez y cuidado.
      En estos días en que recuerdo a un profesional de los medios fallecido en nuestra ciudad me viene la sensación de que estos
      lugares son, como bien reflejas en tu fotografía litearia, partes de nuestra historia colectiva que no deberían morir nunca.

    14. Estimado Fernando – eso es mi primera visita a su blog. Lo es estupendo – una rincón de escritura buena, de tranquilidad, de pensamiento razonable en un mundo loco. Un abrazo, David aka Sancho.

    15. Me ha gustado mucho. Has conseguido que me situe en mi infancia cuando mis abuelos me llevaban a merendar a Mauri, a las granjas catalana en Paseo de Gracia y a la calle Petrixol a tomar un suizo (chocalate con nata).

    16. Me gusta mucho tu artículo, veo leyendo los comentarios, que has provocado el recuerdo y las emociones de la infancia y la adolescencia de muchos. Tendríamos que luchar, para que sitios tan emblemáticos como algunos de los que mencionas, nunca desaparezcan.

    17. ………….y despues de los pasteles un vasito de agua en la pila de mármol, con grifo de bronce, que estaba situada por fuera del mostrador………glup!

    18. Como puedes ver, soy adicta a tu blog, no es extraño porque con semejante relato, tan bonito como este, solamente puedes hacer estar a la espera del próximo artículo que solo lo puede superar su autor:Fernando Orgambides.

      Es tan espléndido tu relato que con palabras es difícil de describir como los sentidos se ponen a funcionar y empiezas a imaginarte que dulces escogerias si estuvieras en “La Campana” y quisieras estar allí y posteriormente empezar a recorrer las confiterias que tan bellamente describes.
      Gracias Fernando por tu maravilloso relato no solo por su autenticidad sino también por su esplendidez.

    19. Hoy por recomendación de una amiga, rne he metido en tu blog, me parece buenisimo. Te seguiré.

    20. Tu magnifico relato, me ha dado una idea, organizar una ruta por las confiterías y dulcerías emblemáticas de la geografía española. Te sugiero que publiques una guia.

    21. ¡Que artículo tan rico! Me sabe a la Alacena de las Monjas que cantaba Carlos Cano. Aquello de “…pastelillos de toronja y dulces de leche frita…”

    22. Quizá, leyendo este maravilloso artículo, a alguna televisión se le ocurra la posibilidad de obsequiarnos con una serie de reportajes sobre oficios y establecimientos que forman parte de la memoria urbana.

    23. Puede que el periodismo se haya llevado por delante a un novelista de raza… Pero quizá se ande todo…. La novela es género de plata en las sienes…
      Cuántos recuerdos, buen amigo… ¿Crees si te digo que las voces de Pepe y Carmen han venido a mis oídos leyendo tu texto maravilloso? Pues hazlo, vinieron…

    24. Al leer tu relato, tan descriptivo, me parece oler a mi también el aroma de la vainilla, el azucar negro. Sabes…, es curioso pero precisamente el sentido del gusto y olfato es algo que siempre asocio con las cosas dulces de la niñez, los recuerdos de antaño con tíos,abuelos. Y he recordado el olor penetrante de la pintura, en Toledo, que aunque no dulce, si añorado tenía la casa de mis tios, pintor Morera, y del olor de las porras recien hechas que traía mi tía, dulces y ricas,seguro como las que hacían en la Campana.

    25. Amigo Fernando . soy fiel testigo de tu comentario sobre DULCES AROMAS. Mucho que he pasado en mi niñez con mi familia por esa calle Rosario, y como paso obligatorio por la confiteria LA CAMPANA, pero en el año 1940, cuando ingrese en la Infanteria de Marina, seguia pasando para los eventos Militares, y religiosos, y el olor era impresionante, que cosa tan rica, Un abrazo de tu amigo Antonio Cano

    26. Hola fernando, soy realizador para canal sur y entre el 21 y 24 de septiembre nos desplazamos para grabar en san fernando un programa sobre su paisaje y sus gentes “entre aromas de coco y vainilla, azúcar quemado y tostados de piñones y almendras” por esto y porque estamos aquí localizando curiosidades y buenas historias y buenas gentes que nos paseen por la isla a ver que se te puede ocurrir ….yo por ello enormemente agradecido….
      un saludo, jose

    27. En mi familia se habló mucho, siendo yo pequeña, de “La Española” de Sevilla, no se hasta cuando existió. ¿Sabe Alguien este dato? Gracias

    28. Eso quien lo tiene que saber es el escritor Nicolás J. Salas, que escribe en Diario de Sevilla y conoce todo el pasado gráfico de la ciudad, así como cada ubicación entre finales del siglo XiX y los años 60-70 del XX. Ha publicado muchos libros de fotografías antiguas y es muy posible que en uno de ellos aparezca esa Española a la que te refieres. Yo no la recuerdo ni tampoco algunos amigos a los que he preguntado. Intenta por ahí, Elisa, y que tengas suerte.

    29. Para Elisa Gómez,
      Leí en el Diario de Sevilla de 29 de octubre de 2003, un artículo de Nicolas Jesús Salas, muy interesante, sobre La Española, espero que te ayude en tu busqueda.
      La Española, desde 1920
      Las especialidades confiteras de La Española fueron muy numerosas, casi un centenar de ofertas diarias. Fueron famosos los merengues de canela y de café, los tocinos de cielo y los petisús
      La Española se convirtió en confitería y salón de té en 1920, pero antes fue tienda de ultramarinos desde casi principios del siglo XX, regentada primero por Manuel Gutiérrez Quintanar y después por su heredero, Manuel Gutiérrez de Rueda. En 1920 se creó la sociedad Confitería La Española, por Manuel Gutiérrez de Rueda y Francisco Leal Postigo, más Mateos Parés Vila, primer maestro de obrador, y Joaquín Gutiérrez Rubio, también maestro confitero. En sucesivas incorporaciones generacionales se unieron luego Manuel Gutiérrez de Arce, Manuel Gutiérrez de Oliveros y Francisco Leal Gutiérrez. Las etapas vitales de La Española como confitería fueron desde 1920 hasta 1972, cuando se clausuró la sede de las calles Tetuán y Jovellanos y se trasladó a las calles O’Donnell y San Eloy, y pasaje Manuel Alonso Vicedo, donde se mantuvo hasta 1987.
      Las fotografías recuperan parte de la memoria histórica de la confitería La Española, que durante medio siglo fue una institución en el sector sevillano, acreditándose tanto por sus productos clásicos como por el servicio y concurrencia. Su salón de té fue famoso y lugar de encuentros de la burguesía local y alta clase media. Asimismo, La Española fue de las primeras en atender actos organizados fuera de su sede, como congresos, actos sociales, políticos y mercantiles. La fachada de madera de La Española fue emblema del establecimiento, y puede verse la esquina y la fachada de la calle Jovellanos, que lindaba con el edificio de la capilla de San José.
      Fueron famosos los merengues de canela y de café, los tocinos de cielo y los petisús, las gambetas de nata, los balandros de crocante, los imperiales, las carminas, los biscuit glasé y muy especialmente, la nata, que era pura, deliciosa. La Española tenía como norma tirar cada día la nata y crema sobrante de la jornada y ofrecerlas siempre recién hechas. Otra oferta clásica eran las tartas y la bollería. Los suizos de La Española marcaron una época. Y no digamos de la riquísima copa Viena, hecha con nata montada y chocolate líquido servido muy frío. Los emparedados también tuvieron fama en el salón de té y servidos para la calle, igual que las medias noche y canapés. En Navidad, los mantecados de vainilla, de avellanas y de chocolates eran esperados por la clientela, así como los turrones de crema tostada, una delicia que solicitaban de muchos lugares de España e incluso de Estados Unidos.

    30. Que maravilla fué la confiteria la Española, recuerdo los estupendos y exquisitos merengues de café. ¿Como se han podido perder esas recetas?. Siempre me ha gustado la reposteria y me da cierta pena que esos maestros confiteros no dejaran escrito sus conocimientos.

    31. Mi mensaje es para Hispalis.Fui el último titular del negocio en el año 1983,fecha en la que se cerró.Estás perfectamente documentado y me gustaria saber quien eres,para ponerme en contacto querria saber tu correo eléctronico.Un saludo .Manuel

    32. Yo puedo contar, enlazando con HISPALIS, que el apreciado Paco Leal, compañero de Manuel Gutierrez, fue requerido en Pryca (no sé si del polígono calonge o carr. amarilla) y situado al frente de la sección de repostería contando con su fiel pastelero de La Española Antonio Gil de nuevo en el obrador, y elaborando multitud de recetas de la recordada confitería. Al fusionarse Pryca y Continente: Carrefour, ambos fueron destinados a su sede en Montequinto, único Carrefour que además de sus pasteles habituales contaba con obrador propio, donde se elaboraban pasteles de La Española, los mejores. Yo tuve la suerte de probar los merengues de café, fresa y limón, los balandros, cervantinas, el huevo hilado, las medias noches, los suizos-bollosdeleche-obrioches, las tartas san marcos de nata o trufa, los deliciosos emparedados de todos los sabores, los tocinos de cielo, tartas de manzanas, y la yema con la que bañaba las palmeras de huevo o en las tartas san marcos, que cuando Antonio tostaba la yema olía todo el supermercado y algunos entrábamos embrujados a ver qué era aquello tan bueno.
      En el 2002 terminó mi contrato y tanto mi jefe, Paco Leal, como mi compañero, Antonio Gil, esperaban también su jubilación en los próximos meses. Desde entonces, les perdí la pista, salvo a Antonio que le ví un tanto después en un pueblo de Sevilla.
      Antes de terminar, quiero añadir que Paco fue un jefe maravilloso, lo que se dice un buena persona, o una persona buena, siempre entendiendo a los que empezábamos, paciente, y alentando el trabajo bien hecho. Saludos si me leen.

    33. Muchas gracias Amiga , por tus palabras , leerlas me compensan un poco de la tremenda pena que fué para mi la desaparición de un establecimiento tan entrañable como la Confitería ” La Española ” de Sevilla , algo que no solo significaba , la artesanía en su mas minúscula y efímera representación , sino , para mí el esfuerzo de mi querido padre , una persona maravillosa que nunca olvidaré ,para conseguir mantener aquella maravilla de repostería y buen gusto como no he vuelto a ver en mi ya larga vida .
      Cuando se cerró , en el pasaje de la calle O`Donnell , se rompió parte de mi vida . Pero Dios es bueno y siempre te da un buen pañuelo cuando acabas de recibir un ” soplamocos ” .
      Yo , afortunadamente , tuve la enorme suerte de conservar un recetario de todas sus especialidades que me entregó uno de sus últimos Maestros de Obrador , José Ruiz , por el cariño que me tenía , porque esto en aquella época era impensable y los artistas del paladar guardaban sus recetas como si fuese oro .
      Efectivamente , tanto en Ecovol ,gracias a el cariño de Valentín Alvarez Vigil , como en Pryca y Carrefour después , con mi querido amigo Antonio Gil y antes con mi muy querido amigo Jose Manuel Gómez , tuve la suerte de volver a resucitar algunas de sus especialidades y la respuesta de la gente fué increible .
      No se lo que Dios tendrá dispuesto para el futuro , pero no descarto nunca volver a empezar , ahora que tengo mas tiempo disponible y ganas de seguir haciendo cosas . Tengo claro que si volviese a nacer , haría ” casi ” todas las cosas que hice con relacción a la maravillosa Confitería ” La Española ” , a pesar que por ella y sus circunstancias perdí casi mi vida y todo lo que tenía , y no una sola vez : Pero no tengo la menor duda de que a pesar de todo , cuando se leen cosas como lo que escribe Amiga , mereció la pena todo lo pasado .

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