[Café de Tacuba]

Una marea roja recorre el centro histórico de Ciudad de México. Es una de las muchas marchas que protestan estos días por el gasolinazo. El petróleo, riqueza común de los mexicanos, ha sido desacralizado por el Gobierno de Peña Nieto, elevando su precio. Y golpeando a los bolsillos más humildes. La marcha recorre la calle Tacuba. Y sus integrantes desfilan de a tres, ordenados, luciendo playeras [camisetas] rojas. Proliferan banderas del mismo color. Y se canturrean consignas: “Peña Nieto, chinga tu madre, marcha donde estés”. No es la única música de esta infantería, indígena y campesina, de chaparritos villistas. Porque otros blanden ollas, sartenes y cacerolas intentando el compás. Llegaron al alba en camiones desde Iztapalapa, cuna de este Frente Popular. Han estado concentrados unas horas en el Zócalo. Y ahora caminan a paso regular en busca de la Cámara de Diputados. Una manta con las siluetas de los generales Villa y Zapata penetra con fuerza tras las vidrieras del Café de Tacuba, establecimiento coetáneo a la Revolución. Y que acogió en sus salones a algunos de sus caudillos. En el interior más mujeres que hombres desayunan enchiladas. Tamales. Chilaquiles. Huevos rancheros. O tacos de pollo, además de tortas variadas. Todo ello bien acompañado de frijoles. Y una sabrosa salsa roja. Nada ni nadie se inmuta en los salones, salvo las sillas de enea plastificada que se deslizan involuntariamente por mor del encerado que luce el pavimento cerámico que ha sustituido el piso original. Este café centenario sufrió un incendio parcial en 1999. Los bomberos hicieron un magnífico trabajo evitando su destrucción. Y el patrón, en agradecimiento, convidó a desayunar la mañana de la reapertura al retén que evitó la tragedia. Hoy se ha dado cita en esta calle Tacuba, próxima al Palacio de la Minería, un México que desayuna. Y otro que grita en rebeldía. La marcha la cierra una brigada de basureros, en su mayoría mujeres, con sus uniformes ecológicos de triple color. Que aprovechan las paradas muertas para sacar sus celulares [móviles] vivos. Y hacer fotos de esta impresionante marea roja que desfila ordenada, devolviendo a Villa y a Zapata al corazón de la ciudad 102 años después de la visita real. Disparan primero sus celulares en la confluencia de la calle Munai, junto a La Chulita, legendario puesto de diarios, revistas, mapas y calendarios allí enclavado desde 1910, justo el año en que se levanta Madero. Y después donde El Caballito, la monumental estatua de bronce de seis metros de altura, obra del valenciano Manuel Tolsá. Que representa a aquél nefasto cazador llamado Carlos IV fallecido en el exilio a consecuencia de un ataque de gota. Y que hoy permanece tapada, recuperándose de una negligencia del poder público tras una restauración salvaje con ácido nítrico efectuada en 2013 que le ha provocado daños irreversibles. Pero esta es otra historia. Mientras, se va despejando la calle para que puedan circular los primeros vehículos, que encabeza el bus turístico, que no es rojo. Y le sigue un blindado bancario, que tampoco lo es. “Peña Nieto, chinga tu madre, marcha donde estés”, se vuelve a escuchar, ya en la lejanía.

 

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