En su sitio

En reciente conversación en un café de Cádiz con el abogado (y escritor) José María Rodríguez Díaz, lejano pariente mío, éste me comentó que la viuda del aviador Ramón Franco Bahamonde residió durante un tiempo en la ciudad. Para certificar su revelación apuntaba que, cuando niño, cada vez que pasaba por un chalé ubicado en las inmediaciones de la calle Huerta del Obispo, en el extramuros gaditano, así se lo recordaban sus familiares. Efectivamente, Carmen Díaz Guisasola, primera esposa del comandante Franco, residió en Cádiz durante la Guerra civil. Y también más adelante, si bien la mayor parte de su vida la pasó en el barrio sevillano de Heliópolis, en una calle lateral al que fue mi colegio en el bachillerato, el Claret. Desconozco por qué aquella mujer, divorciada de Franco durante la II República, residió un tiempo en Cádiz. Y en aquel lugar. Que conozco también perfectamente porque muy cerca se encontraba la antigua plaza de toros. Pero, en aquellos años de contienda, aquel era un espacio apartado de la vida ciudadana. Por lo que concluyo que se trataba de un lugar de tapado. O, en todo caso, de discreción en una ciudad que, desde el mismo 18 de julio, fue ya parte de la España nacional. Por algunos envenenados comentarios de Pilar Franco, hermana del aviador y, por ende, del dictador, Carmen habría recalado en Cádiz siguiendo a un marino de guerra. Pero no es del todo exacta esa información de la única hermana de los Franco, puesto que la viuda de Ramón, héroe del Plus Ultra, con quién realmente tenía relación entonces era con el que luego fue su segundo marido, Luis Méndez de Parada, inspector de aduanas. Y hermano de uno de los pilotos de la primera Aeronautica militar española, el capitán de Artillería José Méndez de Parada, pionero del paracaidismo militar en nuestro país, muerto en accidente de aviación en 1930 en Cuatro Vientos cuando pilotaba un avión De Havilland. Pero también de otros dos artilleros que llegaron a generales, Pedro, destacado defensor del Alcázar de Toledo hasta la llegada del general Varela, y Ramón, que con el tiempo fue gobernador militar de la plaza y provincia de Cádiz. Pilar Franco y su cuñada Carmenchu, que así era conocida familiarmente Díaz Guisasola, se llevaban francamente mal. En sus memorias Nosotros los Franco -publicada por Planeta en 1980-, Pilar culpa a su cuñada del fracaso marital de su hermano aviador. Describe a Díaz Guisasola como una mujer «arrabalera de rompe y rasga» que lo abandona a la peor de las suertes. Y asegura que «su desdichado matrimonio» incapacitó a Ramón para alternar en los sectores sociales más aristocráticos de la época. «Paco -por el general alzado- tuvo mucha razón con querer anular aquel matrimonio».

FRANCOCarmen Díaz Guisasola y Ramón Franco Bahamonde se habían casado en Hendaya a las once de la mañana del 22 de julio de 1924 en una ceremonia civil a la que siguió momentos después otra ya religiosa en la parroquia de Saint-Vincent. El aviador, convencido republicano, había elegido para su matrimonio aquella ciudad fronteriza francesa porque así evitaba tener que pedir el preceptivo permiso que, como militar, le debía de conceder el rey Alfonso XIII para tal fin. Y también porque la familia de la contrayente residía entonces en Irún. Carmen tenía 19 años. Y Ramón, 28. Se habían conocido en Madrid, en donde ella pasaba temporada en casa de unos primos. Y, tras un noviazgo de seis meses, decidieron unirse en matrimonio. En una entrevista que a Carmen le hace por aquellos tiempos la periodista Matilde Muñoz Barberi en la revista gráfica Estampa confesaba: «Me enamoré de él totalmente, porque toda su persona, una desarreglada persona, por cierto, que siempre llevaba el uniforme arrugado, emanaba un extraño magnetismo y un atractivo que lo convertía en el príncipe azul de mis sueños de colegiala». Ramón se convierte en años de la Dictadura de Primo de Rivera en un laureado aviador que realiza las mayores proezas de la Aeronaútica militar de la época junto a otros insignes pilotos como Julio Ruiz de Alda, el marino Durán y el mecánico Rada. Consumada con la heroica misión de cubrir en un hidroavión de origen alemán el trayecto de Palos de la Frontera a Buenos Aires. Carmenchu vive también intensamente la moda de la aeronaútica porque Ramón le invita con regularidad como acompañante a bordo en su vuelos. Unas veces de Málaga a Melilla, en ida y vuelta Y otras desde la costa italiana al puerto de Barcelona. E, incluso, pese a no tener ascendencia en la carrera militar, un hermano cuatro años más joven, de nombre Juan José, opta también por la Aeronaútica castrense. Y se hace amigo de Tomás Rada, hermano del compañero de éxitos de Ramón. Carmen no era ninguna mujer del arrabal como la describiera años después su cuñada Pilar. Hija del ingeniero industrial vizcaino Pedro Díaz Larrauri, se había educado hasta completar el bachillerato en el Colegio del Sagrado Corazón de la parisina calle de Saint-Dominique, en el distrito de la Torre Eiffell, porque su padre trabajaba entonce en la Règie Renault de la capital francesa. Luego la familia se trasladó a Irún, en donde el ingeniero Díaz Larrauri montó un importante taller de automoción al ser aquella una ciudad estratégica en el tránsito fronterizo y aduanero de España con Francia. Así que sus orígenes contrastan radicalmente con las observaciones hechas por su cuñada Pilar, que confesaría igualmente en sus memorias que solo la vio una vez a lo largo de su vida. Carmen, por lado materno, procedía de una histórica familia que había aportado dos insignes miembros a la jerarquía eclesiástica de entre siglos, el prelado Victoriano Guisasola y Rodríguez, arzobispo de Santiago de Compostela y prior de las Órdenes Militares, y el cardenal Victoriano Guisasola y Menéndez, arzobispo de Madrid-Alcalá, Valencia y Toledo.

Durante la estancia de Carmen en Cádiz, que se prolongaría ya en su matrimonio con Luis Méndez de Parada al convertir su chalet en casa familiar, pudo haberse cruzado en alguna ocasión con su cuñada Pilar, puesto que esta frecuentaba la ciudad al residir en ella algunos de sus hijos marinos de guerra e hijas casadas con oficiales de este cuerpo. Pero también con otros miembros de la familia Franco, los Pascual de Pobil, a quienes el consul alemán en Alicante, Joaquim Von Knobloch, había evacuado desde esa ciudad levantina, bajo control de la República, a la llamada zona nacional de la que Cádiz formaba parte. Pero esa eventualidad nunca ocurrió, al menos que se sepa. Díaz Guisasola vivió, tras su divorcio de Ramón Franco, en el más absoluto anonimato. E, incluso, estuvo a punto de ser anulada matrimonialmente terminada la guerra desde El Pardo pese a su condición oficial de viuda puesto que Ramón, incorporado al bando de su hermano meses después de iniciada la contienda -primero como piloto postal y después en combate-, murió en 1938 al estrellarse por accidente en el mar Mediterraneo el hidroavión de la escuadrilla de la Base de Pollensa que comandaba. Si no fuera por la reacción que le provocaron las memorias de su cuñada jamás habríamos conocido detalle alguno de su nueva vida. Porque, en respuesta a aquel libro de 1980, y animada por el periodista de TVE y piloto comercial José Antonio Silva Do Porto, presta su nombre, como coautora junto a éste, en la obra Mi vida con Ramón Franco, editada un año después. El libro, a todas luces escrito exclusivamente por Silva, se basa fundamentalmente en su testimonio. Fue editado también por Planeta, de modo que el viejo editor Lara se frotaba las manos de nuevo en aquellos comienzos de los 80 no sólo por el éxito obtenido por la obra sino porque junto a la ya escrita antes por Pilar enfrentaba opiniones dentro de la familia Franco. Mi vida con Ramón Fanco obtuvo el premio Espejo de España. Pero Carmen jamás acudió a presentación alguna. Ni tampoco compareció en público para añadir cualquier comentario adicional más allá de lo que se reflejaba en el libro. Gracias a su testimonio, supimos que Ramón inició una doble vida al unirse a una mujer de extracción humilde [Engracia Moreno Casado], después su segunda esposa y víctima igualmente del empecinamiento de los Franco por eliminar los aspectos que menos le convenían de la biografía del aviador. «Ramón tiene otra mujer en Barcelona, a quien sus amigos llaman La Chacala, y con ella ha tenido lo que yo no he podido darle: un hijo. Una niña que se llama Ángeles y que llevará su apellido. Nunca tuvo conmigo un momento de fidelidad. Jamás me ha considerado su esposa, ni mucho menos su compañera, como tantas veces me ha dicho. Yo soy su capricho, su juguete, la niña joven que le prepara la comida, le plancha su ropa y, de tarde en tarde, le da un instante de placer», escribiría por entonces después de que una amiga le revelara las infidelidades del aviador. Instalada en Cádiz, y pese a estar divorciados, Ramón aprovechó, en plena guerra, algunos vuelos como piloto de hidroavión de la compañía postal italiana Ala Vittoria que unía Pollensa con Cádiz, con escala en Melilla, para visitar a Carmechu. Y cerciorarse de que sobrevivía económicamente, proporcionándole algunas cantidades en metálico para su mantenimiento. Es muy posible que le acompañara su amigo gaditano y piloto Rodolfo Bay Wright, hijo del cónsul de de Dinamarca en la ciudad. Y compañero de escuadrilla cuando su aparato se estrelló en el mar. Pero cuando Carmen tuvo noticias de ese accidente sintió por dentro una gran liberación puesto que la situación legal de viuda le permitiría ya sin trabas formalizar su relación de pareja casándose por la Iglesia con Méndez de Parada dado que el régimen instalado en Burgos ya estaba preparando la derogación del divorcio. Pasó miedo en Cádiz ante posibles represalias del general Franco y su familia. Pero salió adelante. Moriría el 30 de septiembre de 1992 en su domicilio del barrio sevillano de Heliópolis. La guerra civil dividiría a su familia. Y su hermano Juan José, aquel piloto amigo de Tomás Rada, se exilió en México, después de haber sido el encargado de trasladar en vuelo nocturno a Manuel Azaña en su huida a Francia en febrero de 1939.